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¿REDISEÑO DE GOBIERNO O REDISEÑO DE POLÍTICA? La semana del 10 al 16 de julio de 2006

El cambio de una parte del Gabinete presidencial ocupó por algunas horas la agenda política y pública de la semana recién terminada.  Pero la atención duró poco, porque el diferendo energético abierto con Argentina y los efectos de los temporales en el sur del país, continuaron dominando el interés público.

Salen tres Ministros y en esa salida, que era la más anunciada sin importar los plazos (el gobierno lleva apenas cuatro meses de desempeño), el PDC resulta ganancioso y en particular el sector más freísta y alvearista de dicha colectividad, mientras el PPD y el PS ponen de relieve sus críticas a la gestión de Andrés Zaldívar. 

La Presidenta Bachelet, sensible a las encuestas en realidad, no solo porque su liderazgo político inicial (recordemos el verano del 2005) era causa y efecto del impacto mediático ocasionado por las encuestas de opinión política, ahora respondio exactamente a lo más previsible: sacar del Gabinete a los Ministros más involucrados en la pérdida de popularidad mostrada por el Gobierno.  Interior, por todo el tema candente de la seguridad ciudadana, Educación por todo el conflicto estudiantil que ahora se mantiene latente.

 

El problema de los tiempos 

 

¿Muy tarde o muy pronto?

Difícil responder al razonamiento del análisis de coyuntura, utilizando la lógica del tiempo que usamos los ciudadanos "comunes y corrientes".  Los cientistas políticos subrayamos que en realidad la función pública y la clase política funcionan bajo un tempo político que difiere de nuestros criterios habituales de uso del tiempo: para la clase política y gobernante el sentido de las urgencias es distinto de quienes desde el "Estado llano" se limitan a expresar demandas y exigir soluciones.  Ese tempo político puede ser extremadamente acelerado e impetuoso y en otros momentos puede operar al paso de las tortugas.

En toda coyuntura política hay momentos de aceleración de la ocurrencia de los acontecimientos y momentos de calma y lentitud.  La Presidenta sin duda recurrió al cambio de gabinete en un mes "neutral": ni marzo ni septiembre; operó con el bisturí chico para no alarmar a todos los partidos (ya que si hubiese utilizado el bisturí grande, tendría que haber despedido a la Ministra de Energía, a la de Vivienda y Urbanismo y hasta -de pronto- levantarle tarjeta amarilla a la Ministra de Defensa o al Canciller Foxley, para que aprendan a coordinarse.

¿Las encuestas mandan o manda la calle?   Si aceptamos por un instante la tesis de que algunos de los movimientos sociales que hemos visto, son el resultado de procesos de reconstrucción y rearticulación, necesariamente habría que aplicar el criterio del realismo para constatar que obedecen a esa tendencia solamente los estudiantes secundarios y que, por el contrario, los estudiantes universitarios, los profesores, los trabajadores de la salud, los deudores habitacionales o los pobladores de campamentos demandantes de soluciones, no tienen hoy todavía el grado de articulación, la capacidad multiplicadora, el potencial convocante y la organicidad suficiente como para constituirse en factores masivos de movilización social con impacto en la opinión pública y en la agenda política.   Pero nada puede anticiparse en el tiempo futuro...sobre todo si esas demandas no son satisfechas oportuna y completamente.

Los tres Ministros salientes cancelaron con su despido dos "facturas políticas" evidentes: los costos originados en la presión de la calle y la falta de coordinación en la conducción gubernamental.   Se supone que ahora las tres materias relativas a estas carteras con nuevos Ministros, van a recibir un impulso decisivo, un golpe de timón y de acelerador ya que los tiempos son breves: Educación, Pequeñas y Medianas Empresas y Seguridad Ciudadana.

Nadie podría sacar cuentas alegres de este inusitado cambio de Gabinete.  Ni el gobierno que tiene que entender que ha de ser un cambio para mejorar la gestión y no para seguir encerrado en la cerrazón comunicacional de las encuestas y los gabinetes, porque sus plazos son breves.  Ni la oposición de derecha que, en su ausencia de propuestas alternativas ni de proyecto de país, adolece de una tal pobreza intelectual y política a la hora de las problemáticas concretas, que pareciera autocondenarse a seguir siendo oposición por mucho tiempo.  Ni la Concertación que más parece un club de buenos amigos algo desconfiados entre sí, pero satisfechos en todo caso con el ejercicio del poder; ni la Alianza que se debate entre sus dos partidos aliados pero desconfiados entre si, sin un liderazgo claro, reconocido y consistente (Piñera con sus apariciones espontaneistas y Lavín pensando en crear otro referente político), lo que produce un efecto de autismo vociferante o de vocinglería reactiva que en nada contribuye a mejorar sus perspectivas futuras.

Resulta evidente que la complejidad de los asuntos públicos exige de las autoridades una rara combinación de talento político, talento técnico-profesional y talento comunicacional, de manera de generar ámbitos de liderazgo sectorial y global que permitan a la ciudadanía sentir que están siendo gobernados ordenadamente y conforme a una sola línea central.  Lo contrario, como se ha visto recientemente, viene a ser la desagradable cacofonía de declaraciones con rasgos de improvisación, dando la impresión poco política de que en la orquesta cada músico se guía por su propia partitura, con lo que la partitura presidencial (cartillazos, llamados al orden, agendas y medidas urgentes) queda en segundo lugar.

Ahora está pendiente saber si estos tres Ministros -que en realidad no son "rostros nuevos" ya que se repiten en cargos de alto nivel- representan efectivamente un cambio sustancial del diseño de Gobierno, o si se trata de un efectivo rediseño de Política de la administración Bachelet o, finalmente, si no es más que un incompleto y mediático cambio de rostros, para que la lenta maquinaria burocrática y política siga funcionando igual.

Y otra vez los tiempos, el problema de la urgencia de los tiempos, es crucial en esta etapa de la gestión pública (donde todavía no tiene urgencias electorales por delante), porque la administración Bachelet tiene por delante un conjunto de dilemas y problemáticas complejas que tiene que abordarlas, todas, al mismo tiempo y al ritmo propio de cada una: el  complejo conflicto energético iniciado por Argentina y todo el problema de la matriz energética, la seguridad ciudadana, la acción pública frente a las inclemencias del clima, la resolución de las demandas y planteamientos estudiantiles, la solución a diversas demandas corporativas y sectoriales (camioneros, profesores, trabajadores de la salud, mapuches, pobladores sin casa...), el debate parlamentario sobre el sistema electoral binominal, los programas de empleo durante este invierno... 

 

¿Y quién se acuerda de las 36 medidas? 

 

Y además está el tema de las 36 medidas anunciadas al inicio del gobierno.  ¿Alguien ha hecho un seguimiento real que esas medidas se están cumpliendo y bien? 

¿Se están cumpliendo las 36 medidas en toda su efectividad real o solamente hay unas cuantas en ejecución y otras que adolescen de ser meros anuncios aun no concretados?  ¿Podría decirse que el tópico de las tan publicitadas 36 medidas es un tema políticamente cerrado?  Aquí aparece en su cruda desnudez la ausencia de criterios de evaluación de la gestión pública por parte de la clase política.  ¿Con qué criterios se iba a medir el cumplimiento de esas medidas?

Por otra parte, visto el tema de la agenda gubernamental en su conjunto, pareciera haber discrepantes visiones porque la propia definición de las prioridades no está clara, ni para los que ejercen el poder ni para los ciudadanos que observan: ¿cuál es la "carta de navegación" real del Gobierno?  ¿El programa de la candidatura presidencial? ¿El Mensaje presidencial del 21 de mayo con su esquema de las 4 modernizaciones?  ¿Las 36 medidas?

Los problemas objetivos de la ciudadanía tienen una entidad propia y en ciertos casos acuciante: reducir la pobreza, atacar la delincuencia y reducir las percepciones de inseguridad, aumentar el empleo, asegurar un abastecimiento energético para la economía, mejorar la calidad de la educación y de la salud públicas...

La respuesta a estas interrogantes está por verse.

 

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