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coyuntura

DEMANDAS ESTUDIANTILES (3)

 

En medio del actual escenario de presión estudiantil, el desarrollo de la movilización parece derivarse hacia un breve y muy focalizado escenario de crisis. Se trata de una crisis socio-política, en la medida en que los dos partidos mayores de la Concertación, la Democracia Cristiana y el Partido Socialista están llamando al gobierno ¡a su propio gobierno!! a establecer formas de dialogo con los estudiantes.   Al mismo tiempo, la Iglesia Católica intenta ofrecerse como mediadora en este conflicto, seguramente con la secreta intención de evitar que los estudiantes de los colegios particulares no adhieran al movimiento. Como es lógico suponer el Gobierno dice "el gobierno no negocia bajo presión", pero nadie puede dudar que el gobierno está actuando bajo una presión social estudiantil que crece de hora en hora.

En este movimiento estudiantil de los alumnos de los colegios municipalizados, hay un silencio que grita muy fuerte, el silencio de los estudiantes de los colegios particulares y privados.

Las organizaciones representativas de los Padres y Apoderados y del Colegio de Profesores están manifestando su apoyo a las demandas de los estudiantes.   La Presidenta argumenta que "Estamos absolutamente abiertos al dialogo, serio, responsable no queremos dialogo con patadas bajo la mesa...", pero en esencia, el escenario de crisis está instalado con la suma de los profesores y los padres y apoderados que se suman a las demandas de los alumnos.

Leamos un poco los carteles que presentan los estudiantes: "Ahora que eres Presidenta, ¿estás conmigo?"; otrro dice "Educación vendida", pero todos señalan en definitiva que la gran demanda es una educación de calidad.  He ahí la racionalidad de los estudiantes secundarios de hoy: no están intentando quebrar el sistema mediante la violencia, sino que están demandando soluciones profundas que signifiquen su mejoramiento cualitativo.

La solución que ofrece el gobierno en el día de hoy, es dar paso a la convocatoria a una mesa de negociación desde el lunes 29 de mayo, sobre la base de el termino de las tomas y de las manifestaciones.

LAS DEMANDAS ESTUDIANTILES (2)

 

Los estudiantes secundarios movilizados en casi todo Chile, están poniendo de relieve, han logrado sacar a la superficie, algunas de las fallas profundas que conflictúan  a nuestra sociedad.

¿Es ésta una movilización política de los estudiantes? 

Si, es perfectamente una movilización social y al mismo tiempo, una movilización política por cuanto, contiene demandas que tocan a la esencia de la estructura educacional chilena: el marco legal fijado por la Ley Orgánica Constitucional de Educación y una crítica a fondo a la municipalización de la enseñanza.

Estamos hablando de jóvenes con edades promedios entre 15 y 17 años.  Estamos hablando de un movimiento que dentro de su carácter espontáneo, carece de un líder visible sino que posee una amplia diversidad de líderes (una Asamblea de 69 liceos de la región Metropolitana lo encabeza a nivel nacional), lo que agrega una dificultad mayor a las autoridades educacionales para intentar resolverlo.  No sería aventurado anticipar además, que el conflicto amenaza extenderse eventualmente en dos direcciones: hacia las federaciones estudiantiles de las universidades (de hecho ya hoy está en toma la Universidad ARCIS en Santiago) y hacia otras regiones del país, como ya está sucediendo con la región de Valparaíso.

Y las manifestaciones de los estudiantes se están haciendo "a rostro descubierto", poniendo de relieve que los "encapuchados" que aparecieron ante los medios de comunicación en las primeras manifestaciones estudiantiles, no eran más que extraños infiltrados cuya función era distorsionar y desprestigiar el carácter de este movimiento.

Los estudiantes además, han puesto en práctica, tácticas de acción colectiva que no esperaban las autoridades: primero fue la táctica de salir a la calle a protestar por sus demandas; segundo, vino el período de las tomas (fase que todavía está ocurriendo), y tercero, el recurso a la huelga indefinida.

Ahora bien, el recurso a la huelga por parte de los estudiantes genera impactos económicos insospechados.  El Estado hoy pierde diariamente $ 10 a 11 millones de pesos, por concepto de las subvenciones pagadas a los establecimientos en paro, ya que las remuneraciones de los profesores deben ser canceladas aunque los estudiantes estén ausentes de sus aulas.

La mejor demostración de que estamos en presencian de un movimiento de contenido político y no partidario, esta en la reciente declaración formulada por un alcalde de derecha.  Leemos en El Mercurio del 24 de mayo de 2006: "El presidente del área de Educación de la Asociación Chilena de Municipalidades, Pablo Zalaquett, pidió a los alcaldes "ponerse los pantalones" y parar la ola de ocupaciones y paralizaciones estudiantiles en los liceos públicos de la capital, lo que incluye instruir sumarios a los maestros que agitan a sus alumnos a medidas de fuerza.
Llamo a mis colegas alcaldes a tomar las medidas legales, poner orden y ejercer el principio de autoridad para detener ya la escalada de tomas y paros estudiantiles en nuestros liceos".

¿Y qué dicen los propios estudiantes? 

El texto de la declaración emitida por la directiva del Centro de Alumnos del Instituto Nacional de Santiago, plantea lo siguiente:

"Frente a los acontecimientos suscitados, la Comunidad Institutana integrada por los Cuerpos Directivos, Docente, Codocente, Padres y Apoderados, se declara en Claustro, para efectuar el estudio análisis y reflexión respecto de las aspiraciones legitimas en pro de la calidad de la educación, que surge del Estamento Estudiantil, en torno a aspectos que son cruciales y frente a los cuales, el Instituto Nacional se erige como un referente de la Educación Pública Chilena.

Por lo anterior:

Consideramos la necesidad de una modificación a la ley Nº18.962 Orgánica Constitucional de la Enseñanza del 10 de marzo de 1990. Si bien es cierto que se han hecho esfuerzos en mejorar la cobertura cuantitativa de la educación, el aspecto cualitativo merece una reflexión profunda no solo de los estudiantes, sino de la sociedad toda, para elevar los estándares nacional e internacionales de calidad.

Junto a ello, la Jornada Escolar Completa no ha cumplido con las expectativas y aspiraciones de la ley, especialmente en la elevación de los índices de calidad de la educación.   La Comunidad Institutana, considera indispensable llevar acabo una evaluación de JEC que posibilite efectuar las modificaciones pertinentes, a fin de mejorar la educación pública chilena, disminuyendo la brecha abismante con la educación privada.

Luego de dos décadas de Municipalización de la Educación Pública, estimamos que debiera replantearse profundamente, a la luz de los resultados y de las enormes falencias en gestión e infraestructura, haciendo un juicio crítico respecto a los antecedentes expuestos anteriormente.    Hacemos un llamado a las autoridades políticas y legislativas, así como también a la opinión pública, para discutir y enfrentar el tema y dando una solución efectiva a la brevedad.

Heráclito reflexionaba hace unos dos mil quinientos años, que "formar el carácter de los jóvenes era formar el destinos del Estado". Por ello, la Comunidad Institutana invita a sensibilizar a la sociedad en su conjunto en estos temas de trascendencia nacional.    Santiago, mayo 19 de 2006."

Los estudiantes secundarios están poniendo en el tapete de la discusión pública cuestiones de fondo que tocan al modelo educacional que se ha venido implementando en los dos recientes decenios.  Un modelo educacional que, no obstante sus logros y avances en materia de infraestructura, presenta carencias cualitativas serias y cuyo contenido y modalidad mercantilizada, deja a la educación pública en una evidente posición desmedrada frente a la educación privada.   Una de las cuestiones de fondo aquí, es que el sistema educacional implantado desde el régimen militar y administrado por los gobiernos de la Concertación, resulta plenamente funcional a las exigencias y parámetros del sistema de economía neoliberal de mercado actualmente imperante en Chile.  Un sistema educacional dual, inequitativo y asimétrico, con dobles estándares de calidad, dobles mecanismos de acceso, dobles condiciones de infraestructura, dobles resultados a la hora de la inserción de los estudiantes secundarios en la educación superior, o de los profesionales egresados dentro del mercado laboral.   Y las demandas estudiantiles de hoy en Chile, apuntan a la calidad de la educación, porque ellos saben que de esa calidad dependerá su futura integración en el trabajo y en la sociedad.

¿Estará la clase política y gobernante a la altura de estas demandas y aspiraciones?

 

 

LAS DEMANDAS ESTUDIANTILES

 

Los estudiantes secundarios, movidos por motivaciones mucho más profundas y complejas que lo que dejan aparecer las imagenes televisivas de manifestaciones algo violentas, están en pleno proceso de movilización en casi todo el país.   Movilizaciones que pueden resultar inéditas si se hace un recuento noticioso de los últimos quince años, pero que no deberían extrañarnos porque todo lo que están haciendo a mediados del 2006 es reclamar que el gobierno actual cumpla lo que prometió el gobierno pasado, en mayo de 2005.   Es decir, el gobierno de Michelle Bachelet tiene que resolver con sus propios medios, la mochila con una bomba social de tiempo que le dejó sin cumplir el gobierno de Ricardo Lagos en materia de demandas estudiantiles. 

Si durante mucho tiempo se argumentaba que los jóvenes en Chile habían manifestado una actitud apática e indiferente frente a los problemas sociales y políticos, es hora de que se vaya corrigiendo esa percepción, porque parece surgir una marea de estudiantes entre 14 y 18 años de edad, con una nueva conciencia política de los problemas sociales.   Los jóvenes que vemos en las calles en estos días protestando y en las tomas de liceos, son portadores de demandas claramente políticas: se oponen a su manera a un sistema educacional que se basa en la lógica de la mercantilización, educación que es a su vez, un reflejo -en la superestructura, como se diría en el lenguaje marxiano clásico- de las condiciones económicas de base que configuran este modo de desarrollo hoy dominante.

El capitalismo triunfante de los años ochenta, creo y dio forma a un sistema educacional acorde con los criterios de mercado que el sistema económico necesitaba y lo que los jóvenes recusan hoy es precisamente esa lógica mercantilista y economicista que preside el funcionamiento de sus liceos y colegios.   Creyeron posible producir una generación de jóvenes adocenados, estupidizados, brutalizados por la televisión alienante y los recursos a la droga y al deporte, con tal de alejarlos de las preocupaciones políticas y sociales y el resultado ha venido a ser una nueva generación -llamémosle la generación siguiente- de jóvenes y sobre todo estudiantes que han tomado conciencia del lugar subordinado que les tiene reservado el sistema neoliberal de dominación al cual vienen ingresando.

Asistimos hoy a nuestro propio y nuevo Mayo del 68 chileno, aunque con más de treinta años de retardo...

Los estudiantes reclaman contra la Ley Orgánica Constitucional de Educación, que es el marco jurídico que consagra un sistema educacional asimétrico, mercantil y de geometría variable: una educación privada, costosa y de buena calidad para los hijos de la clase alta y la clase media acomodada y una educación municipalizada, barata y de mala calidad para los hijos de las clases subordinadas.

Los estudiantes protestan por una correcta y bien organizada Jornada Escolar Completa, otra herencia mal gestada del gobierno anterior.

Los estudiantes critican el concepto y la forma de la municipalización de la educación, y ello debe ser comprendido como un ataque frontal a una de las estructuras fundamentales del modelo educacional implantado por el régimen militar y administrado por los gobiernos concertacionistas.  La demanda de gratuidad de la PSU y del pase escolar, dice relación con los escasos recursos de que disponen los bolsillos familiares, lo que en cierto modo viene a contradecir flagrantemente, las exitosas cifras macroeconómicas que luce Chile a nivel internacional.

Por otra parte, tiene derecho uno a preguntarse ¿cuánto debieron pagar los señores Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz Tagle, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet por sus respectivas carreras educacionales y universitarias?   ¿En qué colegios o liceos estudiaron ellos cuando fueron estudiantes secundarios? 

Los estudiantes de hoy se han echado a andar, como dice el famoso texto, y esto será para largo.

 

LOS PROCESOS EDUCATIVOS DESDE UNA PERSPECTIVA TEMPORAL

Los gobiernos, generalmente urgidos por la necesidad de responder a sumas de demandas, al mismo tiempo que acicateados por el imperativo de dejar algún nombre inscrito en la Historia, tienden a estructurar sus agendas alrededor de aquellas urgencias que poseen rentabilidad social y réditos políticos más visibles.

En el caso de la educación sin embargo, los procesos de transformación polìtica e institucional, ponen en movimiento complejas estructuras y densos sistemas de funcionamiento acompañados de culturas organizacionales trabadas por el moho de la costumbre y la herrumbe de las tradiciones instaladas, y para las cuales los "efectos de pantalla" (publicitarios e impactantes en lo inmediato) pueden ser distorsionadores cuando no perjudiciales.

Sucede que en esta materia, el tempo de los procesos educacionales no tiene mucho que ver con el tempo de los procesos políticos.

¿Cuál es el concepto aquí?

Que es necesario asumir que los procesos educativos, cuando son analizados e implementados como conceptos integrales en su secuencialidad, obedecen a dinámicas temporales situadas en el largo plazo.   No es posible ejecutar reformas educacionales, pensando en los resultados del próximo año e incluso, la secuencia de transformaciones ha de obeceder a un ritmo en el que el concepto de maduración ocupa un lugar central.   Las transformaciones educacionales solo permiten un análisis crítico, cuando se adopta una perspectiva del largo plazo.

Lo contrario es lo que ha ocurrido en los recientes decenios en nuestra sociedad.  ¿Cuántas reformas educacionales hemos visto desplegándose en Chile desde mediados del siglo XX, por ejemplo?

Eduardo Frei Montalva (1964-1970) dió inicio a una reforma educacional en 1965.  El Gobierno de Salvador Allende comenzó con la Escuela Nacional Unificada, otra reforma educacional (1971-1973), interrumplida bruscamente.  El régimen militar (1973-1990), para no ser menos y con ese depredador ánimo fundacional de que estaba imbuído en sus inicios, dio comienzo otra reforma educacional en 1975.  El Gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle (1994-2000), por su parte, comenzó una nueva reforma educacional y a poco andar del Gobierno de Michelle Bachelet, se anuncia una nueva revolución educacional.

Es decir, cuatro reformas en cincuenta años, a un promedio (matemático) de una reforma cada 12 años.  ¿

Y cuanto duran los procesos educativos?  Podemos hacer una suma inicial:  ocho años de enseñanza básica, cuatro años de enseñansa secundaria, cinco años de educación superior de pregrado, más otros 4 ó 5 años de educación superior de postgrado, nos da, siempre matemáticamente, a lo menos 20 a 21 años de proceso educacional.  ¿Qué viabilidad puede tener en el mediano y largo plazo un proceso educativo cuya maduración es interrumpida gloriosa y alegremente por cada sucesivo gobierno? 

Lo que nadie dice es que todavía estamos observando los efectos educacionales, culturales y psico-sociales de la Reforma Educacional de Frei Montalva, a los que se superponen la reforma aplicada por la dictadura y los cambios estructurales intentados desde el gobierno de Frei Ruiz Tagle, de donde resulta una caótica mescolanza de criterios, procedimientos, instituciones, reglamentaciones, orientaciones, programas, contenidos y criterios de evaluación, que es precisamente a lo que asistimos hoy.

En educación los tiempos educativos y pedagógicos no son nunca como los tiempos políticos.  Poseen una dinámica temporal mucho más lenta y acompasada que implica cambios culturales de largo aliento y de lenta maduración.  esto significaría que para que podamos observar en su plenitud los efectos de una reforma educacional como la iniciada durante Frei Ruiz Tagle, deberemos examinar las generaciones de estudiantes que egresen de la Universidad o de los institutos profesionales, por lo menos hacia el 2012 ó el 2014, por lo que analizar sus resultados en el corto plazo de cada mes, cada semestre o cada año, no nos da un rango suficiente de tiempo como para percibir comparativamente los cambios que dichas reformas han suscitado.

Lo contrario, es improvisar ahora, a partir de las improvisaciones anteriormente acumuladas, de donde resulta un caos.

 

 

¿PROYECTO PAIS O UNA LISTA DE COMPRAS?

 

El Mensaje presidencial del 21 de Mayo, ha colocado a la Presidenta Michelle Bachelet en el centro de un debate sobre las prioridades que el país debiera darse a propósito de los enormes y crecientes excedentes del cobre.  

El Mensaje sin embargo, analizado desde una perspectiva global, ha sido en cierto modo decepcionante. No tanto por las expectativas que despierta y que pueden haberse sentido satisfechas o insatisfechas, según el color desde donde se mire, sino más bien por la ausencia de un "proyecto-país" al estilo como se espera de un mandatario en la inauguración oficial de su mandato y que le sirva de sustrato de fondo.  Proyecto país que, sobre todo, tiene relevancia a la hora de considerar que el país tiene la expectativa de mirarse a sí mismo, en la perspectiva del Bicentenario.   Proyecto país que mira al Chile de hoy a la luz de lo que ha sido su evolución histórica de 200 años y que se piensa como nación y como proyecto hacia las profundidades del siglo XXI.   Un proyecto país, una visión prospectiva, es lo que se podría haber esperado.

¿Cuál es el proyecto país que sustenta la alianza de gobierno?  ¿Se trata en definitiva de un vasto proyecto político para estructurar una modernidad articulada bajo el signo del dogma neoliberal?  ¿Vamos como sociedad hacia la modernidad?   Pero, ¿hacia qué modernidad nos encaminamos?

No fue un mensaje a la altura de un proyecto país.  Mas bien podríamos catalogarlo como una desordenada lista de compras, antes que un proyecto pais que sirva como carta de navegación hasta el 2010.   En las proximidades del 2010, los chilenos nos preguntamos y nos preguntaremos por el tipo de sociedad que hemos construido y llegaremos a interrogarnos por el Chile que vivirán nuestros hijos en el 2020 o en el 2030, para quedarnos en el corto plazo...

El Gobierno de Michelle Bachelet efectivamente se encuentra constreñido por la necesidad de resolver necesidades y demandas insatisfechas, en un lapso de 4 años de mandato y en tiempo político, entre marzo del 2006 y diciembre del 2008.  Políticamente se trata de un gobierno corto que dispondrá de "tiempo libre de elecciones" solo de un año y medio y un poco más, por lo que tiene que concentrarse en este dilema insoluble entre las urgencias del corto plazo (pobreza, indigencia, calidad de los servicios, incremento de remuneraciones...) y las exigencias del largo plazo (calidad de la educación, ampliación de las redes de salud, expansión de la inversión en investigación, innovación y desarrollo, modificación de la matriz energética, perfeccionamiento de la democracia...).

Entre el largo plazo que parece nebuloso y el corto plazo que aparece borroso ante la cantidad insospechada de recursos adicionales llegados a las arcas fiscales, el mensaje presidencial se quedó en la lista de compras para fin de mes, perdón, para fin de mandato...

 

¿DEBATE VALORICO O DISPUTA POLITICA DE COALICIONES? 

EUTANASIA O MUERTE ASISTIDA: ELEMENTOS PARA UN ANALISIS DE COYUNTURA

 

Manuel Luis Rodríguez U.

 

No tengo una opinión completamente formada sobre el tema de la muerte asistida a personas en grave estado de salud.  No tengo una opinión sobre la especificidad de ese tema, pero estoy dispuesto a hacer todo lo necesario para que todos expresen sus puntos de vista en un clima de respeto y de pluralismo como corresponde a una democracia.

Lo condenable es la actitud de los dirigentes del Partido Socialista y de la DC que intentan llevar el asunto a un entredicho que podría poner término a la coalición gobernante, sin discutir o impidiendo que el tema se discuta en el Congreso Nacional.   Aquí ha sucedido una especie de golpe político de los partidos al Congreso, dejando ciertas temas fuera de la agenda legislativa porque no están en el programa de Gobierno.

 

Taller  de Análisis de Coyuntura Política Sesión Nº 8 viernes 24 de junio de 2005    

CRISIS SOCIALES Y GOBERNABILIDAD POLÍTICA EN AMERICA LATINA   

Manuel Luis Rodríguez U.

  

        

Un fantasma recorre América Latina: el fantasma de la crisis social y de la ingobernabilidad política.  Contra este espectro se han conjurado en “santa jauría” todas las grandes potencias occidentales del viejo y el nuevo mundo, ya sea el FMI, el Banco Mundial, el Grupo de los 8 o las corporaciones globales.  Pocos países se “salvan” de esta oleada de manifestaciones sociales, étnicas y populares, pero las lecciones que pueden resultar de esta coyuntura de crisis, debieran servir para ser estudiadas en cada una de las sociedades del continente.

 
Un malestar profundo
 

Una de las dos grandes herencias dejadas por las anteriores dictaduras militares en América Latina, fue un sistema económico de capitalismo salvaje, de explotación económica pura y dura de las condiciones del trabajo a manos de corporaciones globales, empresas transnacionales y conglomerados económicos que se apoderaron de las economías latinoamericanas durante las décadas de los 70 y los 80 bajo el seguro resguardo de los gobiernos dictatoriales militares. ([1])

 

El sistema económico neo-liberal –que algunos teóricos han pretendido denominar “modelo”- se instauró en los decenios de los setenta y ochenta en América Latina, como parte de un diseño institucional político, económico e ideológico en el que debían combinarse y articularse estrechamente un Estado centralizado y desprovisto de protagonismo económico –el así denominado Estado subsidiario- con una economía de mercado desregulada y abierta a las inversiones garantizadas y los capitales extranjeros y con una cultura consumista de fuerte influencia occidental dominada por el individualismo, el hedonismo y la búsqueda a todo precio del éxito personal.

 

Estado subsidiario, economía de mercado y cultura consumista son en síntesis, un conjunto sistémico cohesionado con sus propias leyes, su propia ideología única y su propia  interdependencia.   Todo lo que se proponga fuera o al margen de este sistema, es acusado de ideologismo, de utopía irrealizable, de aventura sin destino.

 

El principal resultado de la aplicación de este sistema, ha sido, desde la década de los noventa del siglo XX hasta hoy, una sociedad cada vez más fragmentada, atomizada y en forma de archipiélago con islotes socio-culturales segregados y diferenciados entre sí, marcada por diferencias sociales y económicas cada vez más abismales.  Con una nación atomizada socialmente e idiotizada por la alineación mediática y del consumo, el efecto más notorio en la América Latina de hoy son sociedades duales, asimétricas, desiguales, fragmentadas y desprovistas de referencias políticas y culturales básicas que les aseguren protagonismo, identidad y perspectivas de desarrollo personal familiar o social.

 

A las desigualdades básicas producidas por la dinámica  del sistema económico: ricos vs. pobres; obreros manuales vs. empleados y funcionarios; patrones vs. trabajadores; trabajadores urbanos vs. trabajadores rurales; profesionales vs. técnicos; se vienen  a sumar otras asimetrías, como la que afecta a las mujeres y a los niños frente a los hombres en el mercado laboral; o la que marginaliza a los aborígenes del campo o la aldea frente a los blancos de la ciudad.

 

Si los epígonos del capitalismo neo-liberal habían justificado su “economía de la escuela de Chicago”, bajo el argumento de un Estado demasiado interventor, ahora los beneficios del mercado y de la ideología de la libre iniciativa, han quedado radicados allí donde están quienes detentan el poder económico y la propiedad de los medios de producción, es decir, la clase empresarial.  

 

Mediante las masivas privatizaciones forzadas de los años ochenta, presentadas como la “única solución posible” para la ineficiencia y el déficit estatal, los militares gobernantes y sus aliados oligárquicos empresariales desnudaron al Estado para vestir al mercado; de este modo, reemplazaron la ineficiencia estatal por la inequidad del mercado.

 

La clase política, en este sistema socio-económico, se ha alejado del mundo social y la sociedad civil y ha pasado a convertirse en otra clase de empresariado del poder y de la imagen: los políticos de hoy compran y venden poder, influencia, granjerías y beneficios con el dinero de todos los contribuyentes o de ciertos accionistas, generando una profunda distancia cultural y social entre la ciudadanía y la clase política, por la que aquella siente desconfianza, desprecio, descrédito o simplemente apatía.

 

Las sociedades latinoamericanas de principios del siglo XXI  están mucho más fragmentadas que hace 30 años atrás, con la flagrante diferencia de que en reemplazo de las grandes utopías anteriores, hoy pueden aparecer en el escenario político caudillismos, populismos y clientelismos de todo tinte, los que pueden hacer presa fácil del pobre, del cesante, del disconforme y del necesitado, con los recursos disponibles de la retórica, del marketing político y del dinero en forma de dádiva electoral provisoria.

 

La desigualdad social flagrante que afecta a las sociedades latinoamericanas –con una minoría enriquecida, unas clases medias venidas  a menos y una abultada clase popular pobre- ha venido a empobrecer y fragilizar los sistemas políticos democráticos.

 

El malestar latinoamericano tiene por lo tanto, tres componentes, cada uno de los cuales actúa como un ingrediente de distinto peso e influencia en cada una de nuestras sociedades:

 

a)     el descontento de los trabajadores,  obreros y empleados, expoliados por los trabajos con condiciones laborales cada vez más flexibilizadas, sometidos a la inseguridad de los empleos, a las bajas remuneraciones y la amenaza de la cesantía;

b)     el descontento de las regiones, provincias y comunas frente al centralismo y el burocratismo de la capital;

c)      el descontento acumulado de las etnias y poblaciones aborígenes marginadas por varios siglos de explotación;  y

d)     el descontento de la ciudadanía frente a una clase política y gobernante que parece estar atravesada por la imagen decepcionante de la corrupción y la ineficiencia.

 Esta vez, tal como había resultado descrito durante el siglo XX por las Ciencias Sociales latinoamericanas, ha quedado en evidencia que no existe una América Latina, sino que, dentro de una alucinante diversidad cultural, étnica, económica, geográfica, social y política, existen en realidad varias Américas Latinas. 
Un Estado
y un sistema político debilitados  

En el caso de América Latina, y al revés de la Europa moderna, el capitalismo globalizado de los años ochenta y noventa ha ocasionado un profundo abismo social, ha fragilizado las sociedades nacionales y ha debilitado a los sistemas políticos democráticos, alterando las bases de sustentación del Estado-nación.   La tendencia a la globalización repercute sobre los Estados nacionales, echando abajo fronteras y legislaciones en nombre del sagrado contrato con las corporaciones multinacionales o los conglomerados globales, cuyas gigantescas utilidades pueden quedarse o exportarse tal como se exportan materias primas baratas.  

 

Las maquinarias estatales latinoamericanas adquieren un tamaño enano y resultan casi invisibles a la hora de combatir la corrupción del contrabando, de las mafias delictuales, de la depredación de los recursos naturales y de la fuga de capitales y ganancias. 

 Ahora no solo tenemos en casi todo el continente Estados débiles, cuyos recursos más poderosos siguen siendo sus reducidas y lentas burocracias, sus bien nutridas y bien dotadas fuerzas armadas y sus policías, sino además Estados debilitados por el descrédito y la apatía de los ciudadanos.    Los lazos culturales que habían logrado dar alguna cohesión a la nación –entre mediados del siglo XIX y mediados del siglo XX- parecen irse debilitando, cuando cada sector social, cada conglomerado económico, cada región, cada etnia, cada tendencia o corriente política, participa en una puja soterrada o desenfrenada por obtener beneficios según sus propios intereses, aunque sea en nombre del interés nacional.   El principio de la representación se ha transformado en el principio de la repartija, que se resuelve en las cúspides partidarias a despecho de los militantes y ciudadanos, mientras ciertos empresarios compran políticos para su propio lucro y votos para su propia ganancia.   La mezcla corrupta de intereses privados e interés público del Estado, termina por desacreditar a la Política. En este contexto, los partidos políticos parecen haberse convertido en agencias de empleo o máquinas electorales que se benefician de los clientelismos pre-existentes.   Y los populismos que amenazan como fantasmas a los sistemas políticos fragilizados y a las democracias desacreditadas. La protesta social, que atraviesa como una profunda corriente subterránea que aflora de cuando en cuando, en Ecuador, en Argentina, en Venezuela, en Uruguay, en Haití, en Perú, en Bolivia... refleja y contiene esta diversidad de demandas insatisfechas, de imágenes borrosas, de cansancio y hastío, de “bronca” o rabia acumulada.  ([2]) Y los Estados y los gobiernos latinoamericanos parecen tener muy pocas herramientas para conjurar el temblor social que los sacude: o la bomba lacrimógena (para que los manifestantes sigan llorando sus desventuras sin resolverlas), o las reformas parciales, para que los manifestantes dejen de llorar creyendo que se solucionaron sus desventuras... 


[1] La otra herencia fueron las profundas heridas humanas, sociales y culturales dejadas por las violaciones sistemáticas  a los derechos humanos, convertidas hoy en precio de la reconciliación, el olvido y hasta de la impunidad.

[2] Bolivia y sus recientes manifestaciones que, en menos de 3 años, han provocado la caída de dos gobiernos, no es más que un caso ejemplar de este malestar.

ESCENARIOS POLITICOS EN AMERICA LATINA:¿UNA OLEADA DE POPULISMOS?   

Minuta Nº 10 para el Taller de Análisis Político  

Manuel Luis Rodríguez U.   

Las izquierdas latinoamericanas, bajo las formas más diversas y los proyectos más variados parece intentar remodelar de arriba abajo el escenario político latinoamericano.  Todos llegados al poder por la vía electoral, ganando escrutinios a pesar de la oposición interna y externa, el fenómeno de los nuevos gobernantes de tendencia popular, populista, socialdemócrata o de izquierda, está lejos de haber llegado a su punto culminante.   Entre diciembre del 2005 y diciembre del 2006 habrán 17 elecciones en América Latina y una simple observación del calendario electoral venidero, permite augurar que una tendencia se manifiesta a escala continental. Una tendencia social-demócrata o popular se inscribe ya en el poder en Brasil, Argentina y Venezuela, y hay que anotar recientes victorias de este mismo signo en Uruguay (Tabaré Vásquez), en Peru en primera vuelta (Ollanta Humala), en Costa Rica, en Haití, en Chile (Michelle Bachelet) y en Bolivia (Evo Morales).   Las elecciones próximas nos van a indicar si se trata de una tendencia dominante o solo de situaciones aisladas según las realidades de cada país.  Habrá elecciones en República Dominicana el 16 de mayo, en Colombia el 28 de mayo, en México el 2 de julio, en Brasil el 1º de octubre (donde Luis Inacio Lula compite con el centrista José Serra), en Ecuador el 15 de octubre (donde el socialista León Roldós encabeza las preferencias), en Nicaragua el 27 de noviembre (donde se perfila nuevamente Daniel Ortega del Frente Sandinista) y en Venezuela en diciembre. Si la candidatura izquierdista en México,  Andrés Manuel López Obrador (del PRD), logra vencer al partido (P.A.N.) de Vicente Fox en las próximas elecciones del 2 de julio, las izquierdas de este continente gobernarán sobre las cuatro-quintas partes de la población latinoamericana.  Pero, ¿es una misma izquierda? ¿es una misma social-democracia popular o populista?   Nada más lejos de la realidad.  Del mismo modo como se ha dicho que no existe una América Latina sino 25 Américas Latinas distintas, diversas, también hay que reconocer que hay tantas izquierdas, socialdemocracias y populismos como países y diversidades en el continente. Algo en común los une, sin embargo: el despliegue político e intelectual de una crítica más o menos radical al sistema económico neo-liberal implantado desde la década de los setenta, en nombre de sus desastrosos resultados en materia de desigualdad social y distribución inequitativa de los beneficios del crecimiento y no obstante los evidentes éxitos macro-económicos, y el planteamiento de la necesidad de contar con un Estado económicamente más protagónico, ahora despojado de sus herramientas intervencionistas del pasado, para que desempeñe un rol activo y regulador de las fuerzas  ciegas del mercado. La crítica que atraviesa a la totalidad de los proyectos políticos neo-izquierdistas en América latina, sin embargo, apunta a lo esencial del llamado “modelo neo-liberal”: está estructurado sobre la base de una desigualdad de orígen y sus resultados al cabo de treinta años de ejercicio neo-liberal no han sido beneficiosos para las mayorías de trabajadores, clases medias, poblaciones indígenas y sectores urbanos y rurales marginales.  ¿Es esto cierto? La diferencia fundamental de todas las propuestas de las izquierdas latinoamericanas llegadas al poder recientemente, es que una vez instaladas en el ejercicio real del poder (están los casos de Brasil y Argentina), no alcanzan a desmantelar los mecanismos esenciales y estructurales  del neo-liberalismo económico, sino solamente a introducir modificaciones parciales, reformas sociales y matices. Si bien hoy los países de América Latina y el Caribe, cuentan, en general, con regímenes democráticos, estos son frágiles, salvo contadas excepciones, y dado que muchos de ellos no han cumplido con las expectativas de la población, que busca la satisfacción de sus necesidades más elementales, con frecuencia han sido removidos por una presión social anómica. En este sentido, la clásica ecuación “desarrollo–democracia” parece más revelante que nunca, en el entendido de que no es factible pedirle a millones de latinoamericanos que apoyen a regímenes político-económicos que resultan incapaces de revertir la pobreza, la desigualdad y el malestar social. Este particular escenario político tiene lugar en un momento en que se manifiesta un contexto económico relativamente favorable.  El Informe Preliminar de la Economía de América Latina y el Caribe, de CEPAL, para el 2005 proyecta: Para el próximo año se proyecta una prolongación de la fase expansiva del ciclo económico, aunque a una tasa algo inferior (4,1%). Si estas proyecciones se confirman, la tasa de crecimiento medio del período 2003-2006 será levemente superior al 4%, mientras el PIB per cápita habrá acumulado un aumento cercano al 11%. Desde una perspectiva histórica, el período de crecimiento que atraviesa América Latina y el Caribe constituye un hecho sumamente positivo. Sin embargo, la mayor parte de los países de la región está creciendo menos que otras regiones del mundo, en algunos casos incluso menos que los países desarrollados.”  Y agrega: “En el 2006, se prevé que la región vuelva a crecer a una tasa similar aunque ligeramente más baja que la de este año. Como ya se ha dicho, el crecimiento proyectado de la región es de un 4,1%, lo que se traduciría en un aumento de alrededor de un 2,5% del PIB per cápita. Se prevé que la tasa de inflación de la región se mantenga estable, en el mismo nivel del 2005, en torno al 6%.”Aún así, el sistema ha producido como resultados sociales, una crónica situación de pobreza y marginalidad que abarca a alrededor de un 40% de la población latinoamericana, con las debidas diferencias nacionales. Punta Arenas – Magallanes, abril de 2006.